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Editorial

Peter Harrison, autor y artista de SEABIRDS: The New Identification Guide, nos habla de su libro

Peter Harrison ha tenido la amabilidad de compartir con nosotros algunos de los aspectos más interesantes de los 15 años de trabajo que ha dedicado a su nueva obra SEABIRDS: The New Identification Guide. Una entrevista imperdible sobre un libro que ya es una obra de referencia.


¿Podrías contarnos con un poco más de detalle en qué consiste SEABIRDS: The New Identification Guide?

Ante todo, creo firmemente que un libro debe ser fácil de usar. Este ha sido diseñado por un observador de aves marinas, para observadores de aves marinas. A diferencia de muchas guías de campo modernas, en las que se amontonan seis, siete u ocho especies por lámina, en esta nueva guía la mayoría de las láminas incluyen solo dos especies. A la derecha, hay una lámina con hasta 20 figuras, y en la página opuesta se encuentra el texto correspondiente junto con un mapa en color. De un solo vistazo, tienes acceso a ilustraciones a todo color, un mapa de distribución y un texto detallado que indica dónde se encuentra el ave, cuándo cría, cómo identificarla y con qué especies puede confundirse. Está cuidadosamente diseñado y estructurado; es un libro hermoso y muy intuitivo.

¿Cuántas especies de aves marinas has incluido en esta nueva obra? ¿Cómo ha cambiado eso respecto a tu primer libro?

Mi primer libro, publicado hace unos 40 años, incluía 312 especies de aves marinas y necesitó 1.600 ilustraciones repartidas en 88 láminas. SEABIRDS: The New Identification Guide presenta 434 especies y más de 3.800 figuras a color distribuidas en 239 láminas. Esto se debe a que, desde 1983, nuestro conocimiento sobre las aves marinas, especialmente su taxonomía, ha evolucionado mucho. También sabemos más sobre sus plumajes y ciclos de muda. El resultado es un libro mucho más extenso y completo.

Tu nuevo libro parece haber sido un proyecto muy ambicioso. ¿Cuánto tiempo te llevó investigar, escribir e ilustrar SEABIRDS: The New Identification Guide?

La verdad es que me ha llevado toda una vida. Mi trayectoria ha sido una aventura dedicada a la investigación y a viajar por los océanos del mundo para estudiar aves marinas, esas que viven donde ninguna otra puede hacerlo: en el océano abierto. Mi primer libro requirió 11 años de trabajo entre investigación, escritura, ilustración y publicación. Este, sin embargo, ha tardado más. Es mucho más amplio.

Cuando finalmente decidí que iba a embarcarme en este nuevo proyecto, pensaba que me llevaría unos 10 u 11 años. Empecé a los 60 años, en 2006. Ahora tengo casi 75, así que han pasado unos 15 años desde que comencé hasta terminarlo. Eso incluye todo: la investigación, el diseño, la maquetación, el texto y, por supuesto, las ilustraciones, que son lo más laborioso.

Has mencionado que las láminas ilustradas son el corazón del libro. ¿Cómo es tu proceso para crear una?

Crear una lámina lleva tiempo, cuidado y mucha paciencia. Siempre que pinto un ave, mi prioridad es darle vida en el papel. Si estoy representando un petrel del grupo Gadfly, quiero que el observador sienta la tensión en sus alas anguladas mientras vuela impetuosamente sobre el mar. Si estoy pintando un paíño cariblanco, con sus patas extendidas y constantes chapoteos, debe transmitir la ligereza de una mariposa danzando en un jardín en flor.

Puede sorprender, pero lo más difícil no es pintar las figuras, sino diseñar la composición. Todo comienza con muchos bocetos, que luego reduzco a las figuras definitivas. Lo más complicado es lograr que todas encajen de forma armoniosa en la lámina. El momento decisivo es siempre la primera figura: debe estar bien, tener vida, capturar la esencia del ave. Cada artista tiene su forma de trabajar; en mi caso, siempre empiezo por el ojo. Debe parecer vivo y atento. Luego sigo con el pico, la cabeza, y por último las alas y la cola. Cada figura me lleva unas dos horas. A partir de ahí, es cuestión de estar frente al caballete, pintando durante horas y días, hasta completar la lámina, que suele tener entre 8 y 10 figuras por especie o media lámina.

¿Hay algún hito especial que recuerdes con emoción de estos 15 años de trabajo?

Hubo muchos momentos importantes que recordaré siempre. La primera lámina del proyecto, dedicada al frailecillo atlántico y el frailecillo cornudo (lámina 105), la terminé en mayo de 2006. Las últimas ilustraciones, una media lámina del paíño de Madeira (lámina 151), las finalicé exactamente 15 años después, en mayo de 2020. El texto se entregó el lunes 17 de mayo de 2021. Y quizá el momento más emotivo fue el jueves 27 de mayo de 2021, cuando el equipo de Lynx en Barcelona, liderado por Amy Chernasky, nos envió un vídeo de los ejemplares de SEABIRDS saliendo de la imprenta cada pocos segundos. Era una escena casi irreal: una enorme nave llena de máquinas impresionantes, cada una encargada de una tarea distinta—imprimir, cortar, doblar, coser, encolar, montar—con operarios vestidos con bata y mascarilla revisando las pruebas de color. Parecía un decorado de Hollywood, como una fábrica de libros de Willy Wonka. Me emocioné hasta las lágrimas: por fin habíamos culminado uno de los proyectos más importantes de nuestras vidas.

El último año, marcado por la pandemia, debió de suponer un reto adicional. ¿Cómo influyó en el trabajo del libro?

Este proyecto ha estado lleno de retos, y no ha sido en absoluto sencillo. Fue más largo y complejo de lo que jamás imaginé, y la constante evolución de la taxonomía durante 15 años tampoco ayudó. Pero nunca habría podido anticipar lo que supuso la pandemia de COVID-19. Hubo momentos en los que la magnitud del trabajo resultaba abrumadora.

Dicho esto, la suspensión total de los viajes internacionales durante 18 meses me obligó a quedarme en casa, lo que me dio más tiempo para avanzar en las láminas y el texto. Irónicamente, el confinamiento fue lo que permitió que el libro pudiera terminarse. Es probable que haya llegado a publicarse precisamente gracias a ese parón.

¿Quiénes formaron parte del equipo que hizo posible SEABIRDS?

A diferencia de mi primer libro, que fue calificado como “una obra monumental realizada por una sola persona”, esta vez supe desde el principio que necesitaría ayuda. Especialmente para trabajar con los Laridae—gaviotas, charranes y rayadores—por su complejidad taxonómica. Necesitaba a un artista con experiencia en el grupo, y la elección fue evidente: Hans Larsson, un joven artista sueco con un enorme talento. Había ilustrado Gulls of Europe, Asia and North America junto a Klaus Malling Olsen, y durante una década se encargó de todas las láminas de gaviotas, charranes, rayadores, págalos y serretas para SEABIRDS—un total de 93 láminas. Es uno de los mejores artistas de aves del mundo: brillante, humilde y modesto. Su contribución ha sido fundamental.

Más adelante, durante una expedición a las islas subantárticas de Nueva Zelanda, conocí a Martin Perrow. Me impresionó su conocimiento, su simpatía y su manera de observar. Era ornitólogo profesional, especializado en estudios de parques eólicos, autor de varios libros y excelente editor. Al final del viaje me pidió revisar una muestra del texto. Tres horas después me la devolvió y me dijo: “Me necesitas”. Y así fue. Martin aportó estructura a textos escritos en momentos distintos, ajustó la taxonomía y actualizó todo el contenido con la investigación más reciente. Su papel ha sido clave para redondear el proyecto.

Algunos consideran este libro como la culminación de tu carrera. ¿Estás de acuerdo?

Sí, completamente. He dedicado toda mi vida adulta al estudio de las aves marinas, y aún sabemos muy poco sobre ellas. Ese es el motor que me ha impulsado a hacer este libro. También es mi forma de dejar un legado. En mi familia lo llamamos “Project Legacy”. Quiero dejar todo lo que he aprendido al alcance de quienes vengan después. Las aves marinas son hoy uno de los grandes temas de la ornitología: un verdadero territorio por explorar.

¿Qué esperas para el futuro del seabirding?

Desde que publiqué el primer Seabirds en 1983, ha aumentado muchísimo el número de aficionados que observan y registran aves marinas. El seabirding es uno de los ámbitos más estimulantes del birding actual. Se ha iniciado un nuevo movimiento, y cada vez más personas quieren experimentar la observación pelágica, vivir el momento de ver a un albatros planear durante horas sin batir las alas. O sentarse junto a uno en su nido en Georgia del Sur, o compartir una playa con 60.000 pingüinos rey. Lo que empezó siendo una actividad de nicho se ha convertido en un fenómeno global. Hoy ningún rincón del planeta es inalcanzable, ni siquiera la helada y remota Antártida.

También ha sido muy alentador ver cómo ha surgido una nueva generación de especialistas en aves marinas como Bob Flood, Chris Gaskin, Steve Howell, el fallecido Luis Monteiro, Matt Rayner, Magnus Robb & Sound Approach, Peter Ryan, Paul Scofield, Hadoram Shirihai y Brent Stephenson, entre otros, que han hecho hallazgos notables como el redescubrimiento del paíño neozelandés, el petrel de Beck o el petrel de Mascareñas, y han promovido el uso de grabaciones sonoras para identificar especies.

Espero que este movimiento siga creciendo, y que se convierta en una voz poderosa a favor de la conservación de las aves marinas, protegiendo especies amenazadas y sus lugares de cría. La erradicación de mamíferos introducidos en sus colonias es clave. No lo olvidemos: la extinción es para siempre, y sin conservación, no hay futuro.